lunes, 12 de octubre de 2009

el día que quise ser zelda



Termino de leer Alabama song, de Gilles Leroy, con una sensación agridulce que no me pilla por sorpresa. Desde Hermosos y malditos imaginé durante años el halo brillante y decadente que rodeaba a F. Scott Fitzgerald y a Zelda Sayre, en noches de jazz y ginebra. Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia, dijo el  autor de El Gran Gatsby. Nunca supe si Zelda estuvo a su sombra, o si lo fué. No he despejado tantas dudas. La envídia me sobrevino cuando entendí que ellos retroalimentaron su propio fracaso. Hermoso y maldito amor.



3 comentarios:

  1. Muy, muy maldito.
    A mi me dan pena esos amores echados a perder...

    (AY, maravillosa Gardot)

    besos!

    ResponderEliminar
  2. Magic Thompsonoctubre 12, 2009

    Soy nuevo aquí, pero me gusta tu estílo y me has picado en la curiosidad.
    Mañana voy a la librería!

    ResponderEliminar
  3. cada uno construye su propia ruina, incluso sus própios éxitos.

    ResponderEliminar

Quien no lamenta no mama