Tengo la boca amarga y no he mordido;
el alma, atroz, y la canción, tronchada.
No sé qué fuerza traigo en la mirada,
ni qué traigo en mi cuello, de vencido.
No sé ni cómo ni por qué he venido.
Esto es todo: llegué; no sé más nada.
No me importa el quehacer ni la jornada,
y me da igual herir que ser herido.
La sangre, a punto, se impacienta y arde
por inundar la alcoba a la que vine,
donde fui tan feliz que fui cobarde.
Sólo pido al amor que no se obstine.
Me sentiré a su orilla cualquier tarde
para que alguien, de paso, me termine.
Antonio Gala
el alma, atroz, y la canción, tronchada.
No sé qué fuerza traigo en la mirada,
ni qué traigo en mi cuello, de vencido.
No sé ni cómo ni por qué he venido.
Esto es todo: llegué; no sé más nada.
No me importa el quehacer ni la jornada,
y me da igual herir que ser herido.
La sangre, a punto, se impacienta y arde
por inundar la alcoba a la que vine,
donde fui tan feliz que fui cobarde.
Sólo pido al amor que no se obstine.
Me sentiré a su orilla cualquier tarde
para que alguien, de paso, me termine.
Antonio Gala
Señorita, que sutil elegancia ¿acaso era este el sms que estaba leyendo?
ResponderEliminarUn hermoso poema, simplemente...
ResponderEliminar...Señorita Lamento, no hace ni tres días vi una preciosa película de vampiros (nórdica, pero no recuerdo de qué país concreto de los fiordos) titulada "Déjame entrar"...
ResponderEliminar...Era una preciosa y tierna historia de amor entre una niña vampiro y un niño normal...
...No he podido pensar en ella mientras leía la entrada...
...Como siempre, no da usted pie a ningún lamento ;-)...
...Besos, niña...
Gran peli, Señor Maya :)
ResponderEliminar