sábado, 2 de enero de 2010

epílogo


Epílogo a un cuento
Berkeley, California, 29 de septiembre de 1980

Querida Glenda, esta carta no le será enviada por las vías ordinarias porque nada entre nosotros puede ser enviado así, entrar en los ritos sociales de los sobres y el correo. Será más bien como si la pusiera en una botella y la dejara caer a las aguas de la bahía de San Francisco en cuyo borde se alza la casa desde donde le escribo; como si la atara al cuello de una de las gaviotas que pasan como latigazos de sombra frente a mi ventana y oscurecen por un instante el teclado de esta máquina. Pero una carta de todos modos dirigida a usted, a Glenda Jackson en alguna parte del mundo que probablemente seguirá siendo Londres; como muchas cartas, como muchos relatos, también hay mensajes que son botellas al mar y entran en esos lentos prodigiosos sea-changes que Shakespeare cinceló en La tempestad y que amigos inconsolables inscribirían tanto tiempo después en la lápida bajo la cual duerme el corazón de Percy Bysshe Shelley en el cementerio de Cayo Sextio, en Roma.
Es así, pienso, que se operan las comunicaciones profundas, lentas botellas errando en lentos mares, tal como lentamente se abrirá esta carta que la busca a usted...

Julio Cortázar, Botella al mar


1 comentario:

  1. Bello (y embotellado, que no borracho) en las tinieblasenero 03, 2010

    Precioso texto, señorita, que nos hace recordar que a fuego lento todo sabe mejor.
    Lo malo es que vivimos demasiado deprisa, y cuando la botella llega a su destino corre el peligro de ser reciclada sin que nadie repare en el mensaje, o que el destinatario ya no esté allí para recibirla.

    La canción mucho mejor que la de Mari Trini. Incluso me atrevería a decir que mejor que la de Camilo.

    ResponderEliminar

Quien no lamenta no mama